Fue a principios de la década de los treinta, cuando la industria petrolera de México se encontraba dominada por compañías extranjeras, los trabajadores de este sector ya tenían en su historia varios intentos de organización para formar sindicatos que defendieran sus derechos y les permitieran mejorar sus condiciones de trabajo.
Las dimensiones del problema entre las compañías extranjeras y el sector laboral, hicieron necesaria la intervención del entonces presidente de la República, Lázaro Cárdenas, quien, tras varios intentos de negociación, solicitó que se cumplieran las demandas de los trabajadores ante la negativa de las empresas.
Más tarde, 79 años después, el nuevo gobierno encabezado por Enrique Peña Nieto ha dejado a un lado el suceso de la expropiación petrolera para colocarlo en manos de las alianzas y la inversión privada con la nueva reforma energética, hecho que «según» el presidente de México era necesario, debido al declive de la producción petrolera nacional y más con la caída de Cantarel, por lo que, de acuerdo con el Ejecutivo, sólo quedaban dos opciones: seguir por el mismo camino y producir menos petróleo, poniendo en riesgo los empleos de miles de trabajadores, las finanzas públicas y la seguridad energética del país o emprender la transformación.
Siguiendo con los «puntos positivos», el mandatario mexicano no se ha cansado de explicar que ninguna petrolera asume todos los proyectos de exploración por sí sola, debido a los graves riesgos que implica para su patrimonio, por lo que México necesitaba socios para aplicar la nueva tecnología y seguir así con las mejores prácticas internacionales a fin de compartir costos y riesgos para lograr sumar esfuerzos.
Por otro lado, el distinguido Peña Nieto afirmó que, en agosto de 2014, comenzó «una verdadera revolución energética», pues hace un año en el país sólo había una empresa de explotación y producción de hidrocarburos y hoy en día hay 48 nacionales e internacionales.
Sí, es cierto que la reforma ha logrado cambios importantes en el ambiente de negocios en nuestro país, tanto en el sector eléctrico, el de los hidrocarburos y del gas natural, al igual que los índices económicos han mostrado signos de mejora respecto a años anteriores, sin dejar a un lado la presencia de mayores niveles de producción eléctrica, a través de la oferta y la demanda, generando con ello la energía eléctrica por medios renovables para 2029. Pero ¿qué tan revolucionaría llegará a ser?
Es cierto, la reforma energética en México es un factor positivo de largo plazo para el país y la calidad crediticia de Petróleos Mexicanos (Pemex), sin embargo en este caso la Comisión Federal de Electricidad (CFE) podrá observar presiones en sus márgenes que, aunque la compañía se beneficiará de la habilidad de la empresa tendrá que contar con socios para compartir riesgos de exploración, así como la independencia presupuestaria.
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