Javier Duarte aseguró que fue el mejor chivo expiatorio en su momento
Según el expriista, en el futuro dará a conocer los nombres y los crímenes de aquellos que lo inculparon.
Prófugo de la justicia durante seis meses, el 15 de abril de 2017 finalmente fue detenido en Guatemala el enemigo público de aquel entonces: Javier Duarte, el hombre cuyo encarcelamiento representó el gran «logro» del gobierno de Enrique Peña Nieto.
Al expriista —y ahora reo— se le acusa de lavado de dinero, corrupción, delincuencia organizada y delitos electorales; además, claro, de haberse ahorrado una lana en el tratamiento de niños con cáncer al darles prácticamente agua destilada en vez de quimioterapia, según lo que declaró el gobernador de Veracruz, Miguel Ángel Yunes Linares.
Este jueves Duarte fue entrevistado por Danielle Dithurbide en el noticiario Despierta, donde con el carisma y el cinismo que lo caracteriza, dio todo un espectáculo digno de los shows a los que nos tiene acostumbrados Televisa. Y claro, el hombre no salió de su papel de víctima, sino que por increíble que parezca, hasta es probable que haya logrado convencer a algunos.
¿Por qué? Fácil, porque actuó justo y como al mexicano le gusta, ya que se metió en un personaje que está resultando ser todo un mártir, un «preso político» a quien el gobierno de Peña Nieto sacrificó con tal de salvar a otros; el hombre que resultó sorteado para ser encerrado por los pecados de otros pero que, ahora, y ya sin miedo e incluso fortalecido por la confianza de la actual administración morenista, tiene el conocimiento necesario para hacer caer a los pesos pesados.
En pocas palabras se está convirtiendo en una especie de Conde de Montecristo, quien intenta arrancarse las vestiduras del expolítico para vestirse de mendigo, «de prole», del hombre oprimido por el corrupto sistema de nuestro país (¿quién no se siente así, ciertamente?). Y claro, al mexicano le gustan las historias de venganza, de conspiración, de redención, adora los finales felices aderezados con un poco de tragedia, ¡se empalaga con ellos!, por lo que no sería raro que don Duarte llegue a convertirse en el campeón del pueblo en poco tiempo, después de todo, vivismo en la cultura del sospechosismo.
«Decidí huir por una sencilla razón: uno no puede, no puede competir contra el aparato de gobierno, es imposible ganarle. Así sea que te estén acusando de haberte comido una paleta y por eso te quieren meter a la cárcel, si ese es el argumento te van a mater a la cárcel. Este país así funciona… o al menos así funcionaba. Fui la caja china del gobierno para ocultar La casa blanca, Ayotzinapa, todos los problemas que tenían», fueron solo algunas de las palabras con las que Javidu empieza a endulzar los oídos.
Más aún, pues Duarte asegura que en el futuro dará los nombres de varios funcionarios involucrados en corrupción, y no lo hará por protección ni ningún beneficio, sino simple y sencillamente «porque es mi obligación ciudadana hacerlo y no le debo lealtad a nadie». Todo un ciudadano ejemplar, pero además valiente y temerario. ¡El paquete completo, caray!
Además resulta que el buen Javier no solo es un hombre comprometido con su nación, sino también un ejemplar hombre de familia, pues según él, su esposa e hijos (a quienes mantiene con los ahorros ganados limpiamente durante toda su vida… quesque) viven en Londres por seguridad y sin ningún privilegio, tan así, que su «su máximo lujo es ir al parque». Entonces, ¿por qué se le acusa de lavado de millones de pesos y de contar con lujosas obras de arte? Fácil, él responde que todas las pruebas de ello fueron plantadas con tal de detenerlo.
Por supuesto que es difícil creer esto último, sobre todo cuando se expresa con tal cinismo, sin embargo, lo que no es difícil de creer es que la gente necesita, por una lado, a un mártir y, por el otro, un enemigo en común. En esto momentos Duarte tiene todo para convertirse en el primero de estos, pues de ser cierta la información con la que supuestamente cuenta para hacer caer a otros funcionarios, tiene en su poder el circo que la gente necesita para otorgarle el perdón; a fin de cuentas, nosotros solo queremos ver arder al mundo.
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