Lamentablemente, no me da risa. Pareciera que la contienda electoral se ha convertido, año tras año, en una situación repleta de comicidad, en donde se presentan constantemente anomalías que se manifiestan entre altercados, acarreo de votos, entrega de despensas, becas estudiantiles o dádivas a cambio de credenciales de elector, sumando en cada ocasión una gran cantidad de denuncias que incriminan a varios actores de la escena política y que, evidentemente, no son sino los representantes de los partidos que comandan.
En estas fechas se escucha y se lee con regularidad que se desaprueban actos de violencia contra los candidatos de diferentes partidos, que incluso, hoy por hoy, nos hacen dudar si son móviles creados por ellos mismos con la intención de generar compasión en los votantes y desaprobación para los oponentes. Ya lo decía Nicolás Maquiavelo «en general, los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, pues todos pueden ver, pero pocos comprenden lo que ven». Y entre vehículos incendiados, cabezas de cerdo, coronas de flores y atentados, esta situación se vuelve cada vez más común, parecida a una novela estelar de cualquiera de las dos televisoras que han monopolizado las audiencias.
Y es que, de qué nos sirve identificar irregularidades e ir con «mamá» FEPADE a acusar al partido enemigo, si hasta pareciera que quien no lo hace público, no participa en la contienda de mostrarse como el más «puerco» en las elecciones y, entonces, de manera descarada, se va gritando por las calles la compra de votos al mejor postor, sin importar la militancia política o las inclinaciones ideológicas, cuando lo único que concierne es quién da más por ese voto que los mantendrá o no, en el poder.
La pregunta siempre es la misma, por qué los ciudadanos nos quejamos si al final somos parte de la pantomima; si los mexicanos nos diéramos un momento para pensar en el futuro del país y le arrebatáramos al azar los asuntos que conciernen a la vida política de nuestro estado, si tomáramos en serio que el manejo del poder lo controlan aquellos que nos avientan migajas de las grandes fortunas robadas solo cuando les conviene, si tan solo nos arriesgáramos a atender al país con la responsabilidad que merece porque ―y regreso a Maquiavelo― «vale más hacer y arrepentirse, que no hacer y arrepentirse», y diéramos el primer paso reconociendo nuestra limitación para establecer instituciones políticas, entonces y solo entonces, lograríamos arreglar esto de fondo para darle forma y desde casa obtener valores éticos que nos guíen a un espíritu cívico, pero no viendo como nuestros familiares y amigos venden su patria por un beneficio efímero, que ayudará a los de arriba a seguir cumpliendo sus caprichos a lo estúpido, para nuevamente odiarlos cuando salgan sus «trapitos al sol» en las próximas elecciones y perdonarlos como exnovios golpeadores, regresando al mismo juego que no le pone ―ni le pondrá― fin a una ola de violencia que nosotros mismos causamos, y no, no me da risa.
Vlansch Rodmor
HOY NOVEDADES/LIBRE OPINIÓN