En el abanico de políticas hostiles y amenazantes del nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se encuentra la «irrevocable» construcción de un titánico muro fronterizo entre su país y México, con el que el magnate hotelero, dice, pondrá fin al problema de los migrantes mexicanos y centroamericanos, a quienes ha culpado de introducir armas y droga a la Unión Americana.
Por tales motivos, el mandatario no ha dudado en mantener una férrea postura ante los temas de migración, seguridad y políticas económicas, pues como bien sabemos, ha consignado que en su gobierno sí existe la opción de renegociar o retirarse definitivamente del Tratado de Libre Comercio, pues él es firme creyente de que únicamente México se ha beneficiado en dicha alianza comercial iniciada en 1994.
Hoy se dio a conocer que el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI) autorizó el registro de varias marcas de Trump. Las últimas tres fueron aprobadas el 21 de febrero, poco más de un mes después de que asumió la presidencia, y una cuarta fue autorizada el 6 de octubre, casi un mes antes de las elecciones en Estados Unidos.
Esto deja en evidencia, nuevamente, una contradicción más en la lista de nuestro vecino «de cabellos color naranja», en primera instancia, por hablar de alguien que ha pronunciado discursos en los que censura la fuga de empleo estadounidense hacía México y que descalifica totalmente que la relación binacional beneficie también a EU, al no aceptar que dichos negocios suman capital para las arcas de su país.
En segundo lugar, recientemente el efecto Trump cimbró de tal forma en México, que empresas como la japonesa Nisshinbo, o la teutona Thyssenkrupp, han dado marcha atrás a sus proyectos de inversión en nuestro país, por contemplar las decisiones del gobierno estadounidense.
«Gracias a Ford por descartar su nueva planta en México y crear 700 nuevos empleos en Estados Unidos. Esto es sólo el comienzo, hay mucho más por venir» presumió Trump, en su cuenta de Twitter, luego de que la empresa anunciara que canceló una inversión en México y que usará 700 millones de dólares para una planta en Michigan.
Los registros de las marcas concedidos a Donald J. en México abarcan una amplia gama de actividades que, a grandes rasgos, se agrupan en la construcción, los materiales de construcción, hoteles, el sector de la hostelería y el turismo, así como los bienes raíces, los servicios financieros y los seguros. Dichas marcas tienen vigencia hasta 2026.
Todo lo anterior lanza un rancio mensaje tejido con hilos de xenofobia y una aguja salpicada por una antítesis que lo limita a reconocer cuándo sus acciones se contraponen a sus retóricas amenazantes, pues ha narrado los peores cuentos sobre México (cuentos que ni los de Cañitas superarán en lo terrorífico) culpándolo de perjudicar al país estadounidense; sin embargo, eso no ha limitado sus planes de mantener, al menos nueve añitos más, registradas sus firmas empresariales en el territorio que ni en un «mapamundi» toleraría ver.
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