La Muestra Internacional de Cine con Perspectiva de Género presenta Siempre Andamos Caminando.
‹Siempre andamos caminando›: tres historias (mujeres) reales de la migración interna

La Muestra Internacional de Cine con Perspectiva de Género presenta Siempre Andamos Caminando.

Presenta Dinazar Urbina, Siempre Andamos Caminando, documental sobre la situación de las mujeres en Santa Rosa de Lima, Oaxaca.

A lo largo del territorio nacional existen diversas regiones olvidadas por las administraciones en turno, lugares aislados de las economías del poder y carentes de infinidades de derechos sociales y humanos; dignos escenarios de historias constantes y repetitivas, donde prevalece la discriminación y los estereotipos definen, aunque no siempre de manera certera, las condiciones reales de las comunidades más pobres del país.

Oaxaca, estado ubicado al sureste del país, cuenta con múltiples escenarios como los descritos en el párrafo anterior, repletos de historias de lucha, desgaste y trabajo en muchas de sus pobladoras, de quienes, la cineasta Dinazar Urbina Mata ―egresada de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)― plasmó tres historias, tan reales como diferentes, que reflejan algunas de las necesidades y preocupaciones diarias de las trabajadoras de la comunidad de Santa Rosa de Lima, su lugar de nacimiento.

A través de su documental, Siempre andamos caminando (2017) ―el cual se exhibe en la Muestra Internacional de Cine (MIC) con perspectiva de género―, Dinazar encontró la forma de dar voz a las historias de Alberta, Catalina y Juliana, algunas de las mujeres que emigran para trabajar en Santa Rosa de Lima, pero con contrastes en sus vidas que se tejen en un enmarañado de prejuicios históricos, casi siempre adjudicados a la clase indígena.

«Yo decía, quiero que lo vea la gente de mi pueblo para que se dé cuenta cómo tratamos a las personas del municipio de Zenzontepec, a las personas que van a trabajar a los campos de cultivo, que, si no hay una relación de trabajo, no los tomamos en cuenta, solo andan deambulando por el pueblo como si fueran entes (…) Pero, también, porque es una situación que pasa en todo el país, donde hay migración interna y esos migrantes (como los que viajan a Estados Unidos) también sufren discriminación».

Sin embargo, dentro de toda esa difícil situación que abunda en el país, Dinazar fue beneficiada con una discriminación positiva, pues se hizo merecedora de una beca dirigida a indígenas de la costa de Oaxaca por parte del proyecto Ambulante Más Allá, el cual busca la formación de nuevos realizadores de documentales, no obstante, reconoce la dificultad de incursionar en el mundo «elitista del cine», donde las oportunidades y los contactos se reducen, si no provienes de las escuelas más importantes de cine en el país.

Aunado a ello, las complicaciones, refiere la documentalista, crecen cuando el contenido de tu proyecto difiere de los grandes temas expuestos a través de la televisión y las plataformas digitales, de ahí «la importancia de los festivales y las muestras de cine», porque acercan este tipo de contenido a un público que no puede consumirlo de manera frecuente.

Es precisamente en el contenido, donde la labor de Dinazar resuelve la participación de la mujer en Santa Rosa de Lima, tras un arduo trabajo para localizar a quienes fungirían como las protagonistas de sus historias, decidió reforzar el peso en ellas, en sus vidas y sus decisiones, dando fortaleza a la condición que enfrentan, siempre en respeto a la veracidad de su condición, sin minimizarlas, ni compadecerlas, pero tampoco exaltando el «indigenismo» que tanto daño ha hecho a las poblaciones indígenas.

El resultado, fueron tres historias sustentadas en las posibilidades que tres mujeres de Oaxaca, en similitud de circunstancias, tienen para continuar con su vida, lo cual no significa reproducir los «estereotipos de una mujer indígena, que hace muchas tortillas, tiene muchos hijos y siempre anda pegada al marido todo el tiempo», sino tres trabajadoras que tienen la capacidad de decidir qué es lo que harán en adelante, aunque muchas veces, cuando las cámaras se apagan, sus vidas continuarán de la misma manera.

Esto, por la falta de preocupación por las dependencias gubernamentales e instituciones dedicadas a la protección de los derechos de las mujeres, más en un estado como Oaxaca, donde los niveles de violencia son «terribles» y en el que muchas veces, «la discriminación comienza desde las instituciones del gobierno». «Lamentablemente, después de (ver) las historias como las de Juliana, Catalina y Alberta, pasa lo que sí se ve en el documental: nada».

Por: Ernesto Jiménez

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