Ante un fuerte dispositivo de seguridad, el presidente de México, Enrique Peña Nieto, arribó este sábado a las instalaciones de la sede nacional priista, acompañado por el líder de dicho partido, Enrique Ochoa Reza, y Claudia Ruiz Massieu, nombrada recientemente secretaria general, con motivo del festejo de los 88 años del Partido Revolucionario Institucional.
Todos los presentes se mostraron orgullosos de portar el tricolor: verde, blanco y rojo; durante el evento, cada militante levantaba la voz y resaltaba, en conjunto, el cinismo e hipocresía en dicho recinto, cansándose así, de expresar que es el mejor partido y todas las hazañas que ha logrado a lo largo de más de medio siglo, pues aseguran: «México siempre se ha visto ganador».
Así fue como, tanto el Presidente de la República, como los demás militantes del PRI, se enaltecieron por un año más de vida, de corrupción y de seguir enriqueciéndose a costa de los demás, pero, como siempre, justificándose y lavándose las manos ante los diversos hechos que llegan a atacar el país.
No fue suficiente, sino hasta que subió EPN a dar unas palabras, que se convirtieron en la gota que derramó el vaso, no porque se haya equivocado al hablar, sino por mencionar que el PRI, su partido, «siempre ha estado en momentos cruciales, y siempre se ha adaptado a las necesidades de los demás… Se levanta cuando el país presenta nuevos retos» ¿Qué dedo nos chupamos ante esto?
«El PRI nunca se dejará derrotar, ésta es nuestra genética, siempre salimos a ganar», frase que podría modificarse con el verbo: «fregar».
Lo interesante de todo es: ¿Dónde quedó el exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, dentro de la celebración? ¿Por qué no mencionaron los altos índices de feminicidios que ocurren y siguen en incremento dentro del Estado de México?, el cual está al mando del «distinguido» (como le dicen sus compañeros priistas) gobernador Eruviel Ávila, o los diversos sucesos que se han suscitado a lo largo de los ya casi, cinco años en el poder de Peña Nieto, en los que han desaparecido más de 43 personas, mujeres, niños y periodistas. Tal vez no recordaron todas esas «hazañas» de las cuales tanto se enorgullece el copete de México.
Se cumplieron 88 años de un partido que nació como instrumento de un sistema político que ya se ha agotado. Vieja política, viejos estilos de conducción gubernamental y viejas mañas.
Justo 88 años, en los que podría conmemorarse, la bien distinguida corrupción priista, que es la herencia más abundante que nos ha dejado el Tricolor.
Un partido y un gobierno que carecen de la mínima credibilidad y confianza, mismos que se sostienen como un aparato que sólo sirve como agencia de colocaciones y para mover una estructura integrada por borregos y personajes políticos impresentables ante la sociedad.
El PRI, el gobierno de EPN y la oligarquía a la que sirven están en punto muerto y en su punto más bajo de confianza y legitimidad ante la sociedad, porque a los militantes priistas no se les ven ganas de querer dejar de joder al mexicano.
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