En el siglo XXI, la batalla entre el bien y el mal será encarnada en un magnate de piel naranja y un grupo de periodistas que, con ironía, sortearán la tensión política de un periodo de xenofobia y caos.

En el siglo XXI, la batalla entre el bien y el mal será encarnada en un magnate de piel naranja y un grupo de periodistas que, con ironía, sortearán la tensión política de un periodo de xenofobia y caos.

El año 2017, sin duda, será recordado como una época de transición, no sólo porque un magnate haya llegado a la Casa Blanca y haya decorado con color dorado el Despacho Oval; sino porque, con sus publicaciones en Twitter, ha provocado tensión entre diversas naciones y en la relación entre política y medios de comunicación.

Desde que realizaba su campaña para la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump arremetió contra algunos medios de comunicación como The New York Times, porque no lo posicionaban como el número uno de las encuestas.

En aquel entonces, el ego del polémico magnate se veía manchado por la incredulidad de los medios de comunicación que se negaban a creer en una realidad alterna en la que un almanaque deportivo posicionaba a un narcisista por excelencia al mando de una de las naciones más poderosas del diminuto planeta Tierra.

Ahora, se ha llevado a cabo un nuevo episodio de tensión entre Donald Trump y la prensa.

El pasado viernes, la Administración de Donald Trump impidió el paso a cinco medios nacionales, incluidos The New York Times y CNN, a un encuentro con el portavoz de prensa, Sean Spicer, lo que provocó el enojo y el descontento de los medios de comunicación y de varios ciudadanos, pues es hasta risible que un país que presume de su sistema democrático «actúe como la más agresiva dictadura que no juega a las atrapadas con el niño que le cae mal».

La prensa no es una institución creada para adular a los políticos, funcionarios y magnates, sino para expresar con «objetividad» ciertos sucesos importantes; no obstante, el pequeño magnate de tez anaranjada parece opinar distinto. Se ha tirado en medio de un pasillo en un centro comercial, para hacer una rabieta, con tal de conseguir que la prensa hable sólo cosas positivas sobre él y su gobierno.

Pero, qué de positivo puede haber en un personaje poco diplomático, xenófobo e intolerante que ha descubierto que el Twitter es la mejor forma para solucionar los problemas nacionales e internacionales.

Mientras Trump patalea y grita que la prensa es «deshonesta», los medios de comunicación siguen alimentando sus publicaciones irónicas y burlescas con todo el material que el magnate les obsequia.

Después de impedir que los periodistas entraran a la reunión con Sean Spicer, Donald Trump volvió a ponerse el disfraz de chico rebelde y aseguró que romperá con una de las tradiciones más importantes para la prensa en Estados Unidos, la Cena de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca.

A pesar de que esta cena se celebra anualmente con la intención de defender la Primera Enmienda que trata de la libertad de expresión, el magnate ha decidido no asistir, romper con la tradición y acrecentar la tensión entre su administración y los medios de comunicación.

«No participaré en la Cena de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca de este año. Por favor, manden mis mejores deseos a todos y pasen una estupenda velada».

Donald Trump ha decido no asistir a esta gala que defiende la libertad de expresión en Estados Unidos, y lo ha hecho de la forma más madura y solemne, emitiendo un comunicado en su cuenta de Twitter.

Mientras tanto, los medios de comunicación no se han quedado callados, por un lado, Samantha Bee organiza una «No Cena de Corresponsales» para donar lo recaudado al Comité Para la Protección de Periodistas (CJP), y el New York Times, transmitirá en la cadena ABC un anuncio, durante los Oscar, titulado «La verdad es dura».

Definitivamente, la «verdad» no es un concepto dulce y mucho menos para un narcisista por excelencia que declara información imprecisa y opta por tuitear sus rabietas, para mostrar al mundo, su odio a los medios de comunicación con mayor influencia en los Estados Unidos.

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