El aumento en la tarifa del transporte público en la Ciudad de México es una realidad, como una consecuencia inminente que se esperaba desde hace ya varios meses, cuando a principios de año se anunció el gasolinazo, medida que fue duramente criticada por la opinión pública a nivel nacional, y que incluso provocó incontables manifestaciones en varios estados de la República, así como actos de vandalismo tales como saqueos a tiendas departamentales.

La peor pesadilla de los ciudadanos capitalinos se hizo realidad hace un par de semanas, cuando el titular de la Secretaría de Movilidad de la Ciudad de México, Héctor Serrano, dio a conocer que todo el transporte concesionado de la capital aumentaría un peso, es decir, los microbuses, combis y vagonetas, hecho que, por el contrario, celebran todos los operadores y dueños de estos medios de transporte, quienes llevaban todos estos meses protestando por un aumento de tarifa, lo cual se concretó este jueves.

Mientras que el costo del Sistema de Transporte Colectivo Metro, Metrobús y Trolebús, mantendrán sus precios, pues, posiblemente, los capitalinos aún no se recuperan del último aumento del boleto del Metro, que pasó de tres a cinco pesos, en diciembre de 2013, e incluso viven bajo la amenaza de un incremento en el costo del viaje en metrobús, que se rumora podría llegar hasta los ocho pesos en los próximos meses.

Antes de que la Semovi aprobara dicho incremento, se tuvo evidencia de rutas de transporte concesionado que cobraban tarifas excesivas a los pasajeros, quienes sólo se justificaban bajo el argumento de que se veían obligados a aplicar un aumento, debido al alza en el costo de las gasolinas, tanto en la ciudad como en el Estado de México.

Para la entidad mexiquense, el gobernador Eruviel Ávila Villegas anunció hace unos meses que no se aplicaría ningún aumento en los costos del transporte, quizá para que la ciudadanía de ese estado no le reproche a su partido el duro golpe a la economía de los mexiquenses, que podría significar dicha medida; sobre todo, porque las elecciones para gobernador están a sólo dos meses y los priistas no quieren perder la joya de la corona, misma que han mantenido desde casi 90 años.

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