El Tren Maya es el fiel reflejo de la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador. Este ambicioso proyecto que pretende unir por 1 500 kilómetros de vías a cinco estados del sureste del país (Campeche, Tabasco, Quintana Roo, Yucatán y Chiapas) e impulsar el turismo en la región con una inversión superior a los 100 mil millones de pesos muestra los claroscuros de una administración que ofrece lo mejor y lo peor en la misma jugada.
Miguel Torruco Márquez secretario de Turismo, ha reiterado que el Tren Maya es la prioridad de las Estrategia Nacional de Turismo. Y el mandatario tabasqueño, fiel a su estilo, comparó al municipio campechano de Calakmul con Nueva York. Ambos están en Campeche, en donde anunciaron que la licitación estaría lanzándose en marzo; además de presentar los pormenores de un proyecto que es visto con reservas desde su origen.
Según cifras del gobierno federal en la consulta para decidir si se realizaba el proyecto participaron poco más de 946 mil personas, de las cuales el 89.9 por ciento dio su visto bueno. El ejercicio de participación ciudadana impulsado por López Obrador se realizó cuando los trabajos iniciales para el proyecto ya estaban en marcha, es decir, la consulta fue por puro trámite. Algo cuestionable y que se ha repetido de alguna manera con la votación sobre la termoeléctrica en Huexca, Morelos, pues el presidente firmó, previo a la consulta, un paco con la ONU quien vigilará que no se atente contra el medio ambiente y la calidad del agua.
De regreso al sureste mexicano, en días recientes se anunció que el IPN será el responsable de lo estudios que evaluarán el impacto y la viabilidad del proyecto ferroviario. Es decir, la consulta ya está y los trabajos de construcción arrancaron formalmente el año pasado pero, por qué no, hagamos los estudios como para acallar las voces que se oponen. Qué haría el gobierno si, cuando tenga los resultados estos demuestran que no es viable por el fuerte impacto a la naturaleza. Una nueva cancelación como la de Texcoco no parece estar en los planes.
«Acto de justicia» con el sureste mexicano y sus habitantes, así define el presidente al Tren Maya. Pero vaya forma de hacerlo: con una falta de planeación y descuidando al sector turístico a nivel nacional. Y es que según el Consejo Nacional Empresarial Turístico (CNET) el entusiasmo de López obrador por este proyecto ha propiciado que el resto del sector sea olvidado, por lo que vaticina una «muerte segura». Al parecer al tabasqueño se le olvidó que también se necesitan recursos para promocionar a los destinos del resto del país.
La intención parece buena más la forma no corresponde con un gobierno que se jacta de realizar la «cuarta transformación» de México. El fin no justifica los medios, señor presidente.
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