Ya llegaron y no fue de la mejor forma. Los primeros 100 días de Donald Trump al frente de la Casa Blanca están llenos de incertidumbres, divisiones y baja popularidad entre los estadounidenses. Porque no es lo mismo vivir en el mundo empresarial que estar inmerso de lleno en la toma de decisiones de uno de los países más poderosos del mundo.
El mismo Trump sabe que la responsabilidad le ha quedado más que grande. Recientemente, reconoció que ser presidente ha sido más difícil de lo que pensaba. La reflexión del visceral y caprichoso mandatario era de esperarse. Como máximo responsable de la nación, se necesita trabajo en equipo, empatía, sentido común, capacidad de conciliación y de negociar, madurez, entre otras características más que él dista de tener o le hace falta pulir. Porque en el mundo empresarial la situación es distinta, en ese entorno esas cualidades no son tan necesarias y menos cuando tú eres quien aporta el dinero.
Uno de los asuntos internos que Trump se empeñó en tirar fue la ley Dodd-Frank, impulsada por Obama, uno de los logros más reconocidos del expresidente. Esta medida se dio para hacerle frente a la crisis económica que se vivió en el 2008, y con ella se reguló fuertemente a las empresas financieras en pro de los contribuyentes.
Pues al actual Mister President no le gustó la medida y la «tumbó» con el consentimiento del Congreso. De esta forma, se eliminaron los grilletes que ―según el exmagnate― mantenían entorpecidos los mercados y limitados los préstamos crediticios en las dos administraciones pasadas. Digamos que los amigos de Trump ―esos con los que bebe whisky y degusta caviar― fueron los principales beneficiados de esta medida.
Otro asunto que el visceral y caprichoso mandatario sigue empecinado en derrocar es el Obamacare. La reforma sanitaria de su predecesor que brinda seguro médico a millones de norteamericanos y, que en su momento, se enfrentó con muchos obstáculos para poder ser aprobada. Incluso, parece que Obama tomó como un reto personal esta animadversión; al grado de declarar que esta ley es más popular que Trump.
En esta trastada, el Congreso le dijo kiss my ass a Trump, quien tuvo que retirar su ley de la votación de los legisladores. Porque la ley no atiende caprichos. Además, los servicios de salud requieren tener una gran cobertura, y si Mister President desea lo contario, necesitará de más de 100 días para modificar esta situación.
A estos tópicos, se le añaden los oleoductos Keystone XL y Dalota, los cuales fueron congelados por Obama, quien priorizó los derechos de nativos y ambientales por encima de una mejor distribución petrolera; el muro que parece una realidad, aunque para materializarse habrá que hacer mayor labor ―iniciando por el presupuesto― y tener menos popularidad; así como poner bajo candado los fondos de las ciudades santuario; la reforma fiscal y reducción de impuestos.
Podemos decir que han sido 100 días largos. Este centenario tuvo poco que celebrar. Porque la silla gringa no es igual ―ni en tamaño, ni en comodidad― a la que tenía Trump en su vieja oficina, en la que se sentaba por las mañanas a hojear los periódicos y tomar coca cola.
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