La plaza del ajolote.
El año que nunca existió.
Y no, no nos referimos a los trabajos para la reconstrucción, la entrega del dinero a los damnificados o a las campañas presidenciales; se trata del primer año de la administración de Alfredo del Mazo Maza, el flamante heredero del derruido imperio priista en Atlacomulco y hoy gobernador del Estado de México.
Después del 4 de junio del 2017, lo mejor que le pudo pasar a Del Mazo, fue que los mexicanos estuvieran preocupados por las elecciones presidenciales, pues las irregularidades en varios municipios de la entidad dejaron un amargo sabor de boca antidemocrático en los mexiquenses; mientras el país entero observaba cómo se derrumbaba el imperio tricolor en el Edomex y soñaba con una victoria democrática para el año siguiente.
Cuando el 52 por ciento de los electores mexiquenses acudieron a las urnas para decidir quién los gobernaría, lo hicieron con el ya conocido descontento hacia el presidente y primer priista de la nación, Enrique Peña Nieto; empero, también salieron a defender los programas sociales —arma casi infalible del priismo institucional—, aunque muchos de ellos evitaron el cansancio y entregaron sus credenciales y, con ellas, seis años más de incertidumbre al representante de Atlacomulco en la entidad.
Con una participación destacada de los candidatos Juan Zepeda, del Partido de la Revolución Democrática, y Delfina Gómez, del Movimiento de Regeneración Nacional, la maquinaria pesada del PRI vio frustradas —al menos por unas horas— sus intenciones de mantener el poder en la cuna del Partido Revolucionario Institucional, al final, no solo perdieron algunos municipios claves para ellos, también dejaron evidenciar lo que se vendría para el año siguiente. El poderío institucional estaba fracturado.
Tras declarar vencedor a Del Mazo con 2.78 puntos porcentuales más que Delfina Gómez, el sueño morenista por comenzar «la cuarta transformación del país» tuvo que esperar un poco más, por lo tanto, cautos y precavidos, dejaron al viejo PRI asumir el poder y no evidenciar las carencias de un movimiento joven, con muchas deficiencias y un líder «moral» con sueños presidenciales difíciles de realizar.
Así, lo mejor que le pudo pasar al gobernador mexiquense fue que los reflectores se centraran en la agenda que Obrador les dictó a los demás aspirantes presidenciales, día a día, el grito de fraude en el Estado de México se difuminó por la «esperanza» de sacar al PRI del poder y con él, Alfredo del Mazo Maza aprovechó la clandestinidad que la búsqueda de la democracia nacional le otorgó.
El heredero de Atlacomulco no solo huía de su pasado sospechoso en el Banco Nacional de Obras, también lo hacía de la campaña de Estado, impulsada desde Los Pinos, para no perder el bastión histórico del priismo, pero sobre todo, buscaba ocultar las páginas de corrupción que se desbordan de los libros oficiales del institucionalismo hecho partido.
Ahora, el flamante y solitario gobernador del Estado de México reaparece para ofrecer su primer informe de gobierno, con spots similares —no hay más de donde sacar— a los utilizados en su campaña de 2017: el salario rosa repetido hasta el cansancio, acompañados por imágenes que reflejan la pobreza de algunos habitantes de la entidad, los mismos que serían capaces de vender un voto por comida, un tinaco, 500 pesos o materiales para la construcción.
Del Mazo, y en general el PRI, pretenden que el segundo semestre de 2017 y el primero de 2018 sean un año que jamás existió, una avalancha de suciedad que derritió los cimientos del Revolucionario Institucional y enterró las esperanzas para gobernar seis años más a la nación; dos semestres que pretender olvidar: el gobernador, para borrar la manera como subió al poder; mientras el tricolor desea que toda la población olvide la razón por la que les negaron el voto.
Quizá, dentro de cinco años, las cifras entregadas por la administración del Estado de México sean las mejores del país y entonces el PRI se aliste para emprender la embestida por la presidencia, ya descansados y humillados, con el impulso de criticar (ahora sí) a quienes estén en el poder. Lo que no entiendo, es qué informe dará mañana Del Mazo, por ese año que nunca existió.
Por: Ernesto Jiménez
HOY NOVEDADES/LIBRE OPINIÓN