En la ficción, Matrix controla al ser humano que, ignorante, vive sujeto a cables que le proporcionan una realidad virtual; en la «realidad», nuestra conexión al mundo digital es «voluntaria», aunque sometamos nuestra intimidad al escrutinio público y a la posibilidad de que los gobiernos autoritarios y xenófobos nos pidan nuestras contraseñas a cambio de la entrada a «su territorio».

Después de parpadear, sentí la densidad de dos sombras que se aproximaban a mis espaldas, entonces la adrenalina impulsó los músculos de mis piernas y corrí descontroladamente; la luz al final del pasillo aún era distante, no así las garras de mis captores que enterraron sus uñas en mi garganta, intenté gritar… Y desperté, regocijada en libertad, en la misma posición fetal, conectada a una pantalla que daba vitalidad a mis venas con likes. (Eztli Yohualli)

En la ficción, Matrix controla al ser humano que, ignorante, vive sujeto a cables que le proporcionan una realidad virtual; en la «realidad», nuestra conexión al mundo digital es «voluntaria», aunque sometamos nuestra intimidad al escrutinio público y a la posibilidad de que los gobiernos autoritarios y xenófobos nos pidan nuestras contraseñas a cambio de la entrada a «su territorio».

Aunque parezca una historia de Ciencia Ficción es real, el secretario de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Kelly, señaló que, como una medida de control migratorio, las embajadas estadounidenses podrían solicitar las contraseñas de los solicitantes de visa para entrar a su país.

El argumento: la seguridad nacional de esta potencia mundial que teme al terrorismo, al inmigrante, al diferente y que supone que violando la intimidad de las personas podrá erradicar los atentados que el contrabando de armas ha propiciado en mayor o menor medida.

Esta medida, por mucho, es un atentado a la libre expresión y a la intimidad de las personas, que serán sujetas a un exhaustivo análisis, para determinar si los sitios web que visita son seguros o representan una amenaza para el país.

Pero, qué es lo que las autoridades considerarán como amenaza, porque a simple vista podría parecer una buena medida, siendo que en internet abundan los sitios que promueven el extremismo islámico o que enseñan cómo realizar bombas caseras o generan discursos de odio; pero esta medida podría resultar en una censura desproporcionada, como en Turquía, donde los periodistas son encarcelados por escribir negativamente sobre el gobierno de ese país.

Si algo ha caracterizado a Donald Trump, desde su campaña electoral, es su prepotencia y su intolerancia a otros discursos y formas de existir y sobrevivir en este sistema. Esta cualidad de su carácter se puede percibir desde las falacias por generalización que emitió contra los inmigrantes mexicanos, tachándolos de violadores y criminales.

Si su equipo de trabajo está convencido de que los discursos de Trump son certeros, entonces nos enfrentaremos a medidas xenófobas y discriminatorias, que tacharán como amenazante todo aquello que no coincida con sus convicciones o intereses.

Y entonces, hasta memes del magnate con tez naranja podrían ser amenazantes, al igual que una bomba o, peor aún, alguna columna periodística que aborde de manera negativa las acciones de la política externa que Donald Trump ha transformado en una guerra de juicios de valor y falacias en contra de lo diferente.

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