Culminó el 2016 con la muerte de personalidades intelectuales y musicales que marcaron a generaciones enteras con sus discursos disidentes, creíamos que la situación no podría empeorar, y comenzamos el 2017 con una realidad alterna similar a la que Robert Zemeckis y Steven Spielberg mostraron en la segunda película de Back to the Future (Volver al futuro), sin el laberinto literario de Umberto Eco, sin la armonía de David Bowie y con un magnate en el poder.
Por décadas, México se ha limitado a imitar el constructo social, político y cultural estadounidense, incluso, tras la toma de protesta de Donald Trump, el presidente Enrique Peña Nieto anunció varias medidas para enfrentar esta nueva política exterior, entre las que volvió a mencionar la consolidación de una triada económica en Norteamérica, constituida por Estados Unidos, Canadá y México.
Sin embargo, en su primera semana como presidente, Donald Trump firmó la orden ejecutiva para iniciar la construcción del muro fronterizo, por lo que la relación comercial con México se fracturó, pues en esa misma semana fue rechazado el primer cargamento de aguacate que entraría al país norteamericano.
Posteriormente, Canadá anunció que los negocios son primero, y que a pesar de su amistad con México, negociaría por su cuenta con el magnate.
México apostaba a crear una unión con Estados Unidos, porque la mayor parte de su economía depende de ese país, cuya moneda seguía fortaleciéndose frente al peso, pero Donald Trump cometió otro tropiezo, anunciar su política migratoria que impide la entrada de países, en su mayoría musulmanes, a la nación que presume ser libre y democrática.
Las empresas estadounidenses resintieron esta política con un saboteo social y el dólar perdió valor, por lo que analistas y políticos apuntaron a que México comenzaba a ganar esta contienda, después de que Enrique Peña Nieto cancelara su visita a Washington, programada para el 31 de enero.
Al posicionarse México como posible vencedor en este duelo, políticos y líderes de opinión comenzaron a especular sobre un posible sueño latinoamericano, que posicione a Centroamérica y Sudamérica como nuevas potencias económicas, a partir de una unión entre estos países.
En esta unión latinoamericana, México podría posicionarse como el líder, pues tiene materia prima suficiente para producir en diferentes ámbitos comerciales, pero aunque este sueño apunte a la creación de una utopía en la que la economía sería más estable para todos, también se vislumbran problemáticas internas que podrían llevarnos a un irreparable error.
El error mexicano es, sin titubear, la corrupción, en todos sus niveles, pero sobre todo en el político. A diferencia de otros países latinoamericanos que ya han realizado detenciones a funcionarios que participaron en el caso Odebrecht, México sigue en investigaciones previas, sin dar solución al caso y sin señalar a los posibles involucrados en este megaescándalo latinoamericano.
Por otro lado, los estados que conforman al país también se han visto involucrados en casos de corrupción cínicos, como el de Veracruz, en donde se robaron tantos recursos públicos que terminaron por aplicar medicamentos falsos a niños con cáncer. Mientras que el Estado de México, Michoacán y Querétaro registran una deuda pública provocada, en parte, por casos de corrupción.
Sin duda, México podría liderar el sueño latinoamericano, en el que los países de la región unan sus economías para hacer frente a la política externa estadounidense, pero primero tendrá que solucionar el trasfondo de todos sus males, la corrupción y los problemas de igualdad e inclusión que hay en el país. Pues a pesar de todas las reformas y de tener la materia prima, el campo mexicano sigue padeciendo en el olvido los estragos de una política exterior fallida.
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