En nuestra serie dedicada al decálogo del Buen Trato en la atención médica, la novena práctica para ejercer el buen trato está relacionada con aceptar las diferencias, comenzando como en todos los principios anteriores, en primera persona, es decir, “YO ACEPTO LAS DIFERENCIAS”. Si bien la aceptación de todas las personas, independientemente de su posición social, género, raza, religión o condición humana, debería ser siempre mandatoria, en el caso de la atención en salud y la práctica de la medicina, es más que indispensable. El principio de no discriminación debe estar arraigado tanto en el personal de salud como en los pacientes y sus familias.

La esencia de la atención médica radica en tratar a todos los individuos con igualdad y respeto. En el ámbito de la salud, las diferencias entre pacientes no deberían ser motivo de trato desigual.

La no discriminación no solo impacta crucialmente en la calidad de los diagnósticos, sino también en los tratamientos. Cuando se reconocen y respetan las particularidades individuales de cada paciente, se abre la puerta a la personalización de la atención médica, permitiendo tratamientos más eficaces y adaptados a las necesidades específicas de cada persona.

Esta actitud de aceptación de las diferencias tiene un impacto positivo en la percepción tanto del equipo de salud como de los usuarios, pacientes y sus familias. Fomenta un ambiente de confianza, colaboración y apertura en el que todos se sienten valorados y escuchados, lo que conduce a una mejor comunicación y entendimiento mutuo.

Respetar el género, la religión, la condición social, la etnia y otras diferencias entre el equipo de salud y los usuarios es fundamental. Esta actitud de respeto mutuo y reconocimiento de la diversidad no solo enriquece la interacción humana, sino que también impacta positivamente en la efectividad de los tratamientos y en la experiencia global de atención médica.

En última instancia, la atención médica eficaz y compasiva no conoce fronteras ni prejuicios. Al aceptar las diferencias, no solo estamos cumpliendo con un principio ético básico, sino también abriendo las puertas a una atención médica más inclusiva, sensible y eficiente.

El camino hacia un trato médico equitativo y respetuoso es bidireccional. Es importante comprender que tanto el equipo de salud como los pacientes y sus familias forman parte de esta interacción. La aceptación y el respeto mutuo son pilares fundamentales que, al ser aplicados por ambas partes, contribuyen a una atención médica más humana, empática y efectiva.

En la salud, como en toda faceta de la vida, el reconocimiento y la aceptación de las diferencias son la base para un trato justo, compasivo y eficaz.

Porque en la salud, como en todo, como bien dijo Ramón de Campoamor, “nada es verdad, nada es mentira, todo depende del cristal con el que se mira”.