El triunfo de Javier Milei en las elecciones primarias para la presidencia de Argentina trae a colación una discusión sobre el rumbo que debe tomar la economía de un país.

El problema económico que plantea Milei es un “exceso de estado” que frena la economía.

Como solución ha propuesto una reducción del estado. La desaparición de ministerios, entre ellos obras públicas.

Milei llama a los impuestos un robo, una injusticia.

Más allá de la retórica estridente, el libre mercado es una falacia.

La política es el gobierno de las situaciones sociales. Cualquiera que éstas sean. Si hay una situación social hay política y hay ejercicio del poder.

Una familia es una situación social, en su unidad mínima.

Una escuela, una iglesia son también situaciones sociales. La política es consustancial al ser humano en tanto ser social. Hay política y poder en todas partes. Somos animales sociales, somos animales políticos.

Los intercambios económicos también son situaciones sociales. Una persona gerente de una empresa contrata a otra persona para realizar un trabajo: producir un producto o servicio.

Una organización social llamada empresa organiza a personas, les dota de maquinaria e insumos para fabricar un producto que es comprado por otras personas.

Por lo tanto, pretender que no haya política y poder en las relaciones económicas es una ingenuidad pintada de utopía.

Las relaciones económicas no se dan el el éter. Son, insisto, situaciones sociales.

El siguiente apotegma es que el poder no deja vacíos. Si un actor político legitimado para ejercer el poder no lo hace, algún otro actor lo hará.

Si el poder político no ejerce sus facultades frente a los actores del mercado, el ejercicio del poder se traslada a las empresas con más capacidades.

El modelo anarco-libertario es también una utopía. No es posible una sociedad sin gobierno en la que las empresas trabajen para garantizar los derechos de su población.

El mismo Milei no lleva al extremo su libertarismo. Habla de desaparecer ministerios, pero no de desaparecer todo. Solo aquellas cosas que, a su juicio, estorban a la lógica de los mercados.

La conquista de derechos -desde la revolución industrial a la fecha- ha sido gracias a la lucha de trabajadores frente a los objetivos del empresariado de su época.

La historia nos enseña que la situación social llamada mercado, necesita ser regulada por el poder político y no al revés.

Y no es que los empresarios sean malos, malvados o maquiavélicos.

Solo basta recordar que las empresas son organizaciones que buscan un propósito claro, definido en su planeación estratégica: atender una necesidad del mercado y obtener beneficios económicos.

Hay una tendencia de unos años hacia la responsabilidad social de las empresas, lo cual es loable.

Pero hay que recordar que el propósito de las empresas no es garantizar los derechos humanos, como la justicia, la salud o la educación.

La organización encargada de velar por el bienestar de la población, aunque es una verdad de perogrullo, es el Estado. Al menos en México eso lo deja muy claro el Artículo 1º de la Constitución.