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Por Pedro Martín García Silva

El artículo 4° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos establece: “Toda familia tiene derecho a disfrutar de vivienda digna y decorosa”. Hoy la Carta Magna está colmada de una canasta de derechos y obligaciones que tenemos como mexicanos. Uno de los primeros, sin duda, es la vivienda digna, con los mínimos requerimientos para ser apta y habitable. Sin embargo, vivir y convivir en un ambiente sano, más allá de lo que es ese espacio sagrado, también es un derecho. Tener una vivienda digna no solo son esas cuatro paredes que resguardan tus pertenencias, en donde te reúnes y descansas con tu familia. El derecho a tenerla se traslada a lo que hay fuera y a partir de ahí; los entornos, los espacios recreativos, calles, avenidas, banquetas, parques, transporte, seguridad. Un completo ecosistema donde se incluye el medio ambiente en cualquiera de sus manifestaciones. Vivir dignamente también significa contar con banquetas francas y apropiadas para poder transitar libremente, con accesos liberados y limpios, con señalamientos oportunos que nos permitan cruzar calles o avenidas de modo seguro. Con decoro apunta a la convivencia sana entre personas y mascotas, a un alumbrado eficiente, alcantarillas suficientes, caminos decentes para un traslado vial y peatonal íntegro. Un hábitat digno que integre a la naturaleza en un escenario urbano; infraestructura verde que genere a la vez ambientes con la biodiversidad que la tierra madre nos regala…y que está en deterioro.

Sin duda que esta imagen tendría que ser, en un futuro inmediato, el derecho insoslayable de cualquier persona; disfrutar de un  ecosistema multidisciplinario como garantía comprendida en la Constitución y reconocido en la normatividad internacional; es lo justo y no el escándalo que cunde en la mayoría de las ciudades, una especie de anarquía o ley de la selva en donde las condiciones son lastimeras y degradantes. La congestión urbana, muy lamentablemente, no cubre las exigencias de un espacio íntegro. Repensar el hábitat humano, entonces, se hace necesario para conducirlo más allá de la casa digna; los entornos que vemos, pisamos, respiramos y construimos día con día. Convivir de modo sustentable, optimizar recursos, para crear sinergia dentro de ese maravilloso planeta azul.

Es uno de los tantos desafíos civilizatorios (¿utopía?) que enfrenta el mundo actual, un futuro inclusivo.  ¿México está preparado para que en corto o mediano plazo sienta precedente y se vislumbre la vivienda, el urbanismo y la ecología como un mismo hábitat? Es una tarea que se convierte en una misión de equipo, en donde cada mujer, cada hombre, cada niño, cada institución depositen su granito de arena para que en breve todos dispongamos de hábitats saludables. El futuro ya es nuestro presente, uno al que le urge un trabajo sistemático, por ello es necesario asegurar como garantía fundamental que todos contemos con un entorno lo suficientemente práctico para un esparcimiento equilibrado; el círculo virtuoso donde X te lleva a la Y.