En la vida cotidiana, existe una regla de oro: “No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti“. Este principio ético se encuentra en muchas culturas y religiones en todo el mundo.

La idea central de esta frase es tratar a los demás con el mismo respeto y consideración que uno desea recibir. Es una máxima que todos conocemos, pero que no todos aplicamos.

En el proceso de atención de y para la salud, quizás una aspiración que se tiene del paciente, del enfermo y de su familia es, sin duda, recibir un buen trato, además de recuperar la salud.

Por parte de los profesionales de la salud, que son servidores por naturaleza, existe en su código vocacional y ético el otorgar y pedir un buen trato.

Entonces, ¿por qué la principal queja en el proceso de atención de salud, tanto en el sector público como en el privado, es que existe mal trato y falta de información?

La respuesta no es sencilla; hay diferentes ópticas, enfoques y expectativas por parte de quienes solicitan la atención y de quienes la otorgan, como señalaremos en las próximas colaboraciones.

Como primer elemento de análisis, como diría el filósofo alemán Arthur Schopenhauer y el Dr. José Narro Robles en la frase “La salud no lo es todo, pero sin la salud no hay nada”, esto resalta la importancia que tiene la salud en la vida de las personas, y cuando se pierde, nos desestabiliza no solo física sino emocionalmente.

Sin una buena salud, se vuelve difícil disfrutar y lograr cualquier otro objetivo o deseo. Por ello, cuando existe la percepción de que no se da la misma importancia a la aspiración y exigencia del paciente y su familia, se puede iniciar con una opinión de falta de atención.

Segundo elemento de análisis: el paciente y su familia están vulnerables, susceptibles y nerviosos, a veces con sentimientos de culpa, y tienen una gran necesidad de información y atención.

Tercer elemento: el personal de salud atiende a enfermos y sus familias todos los días, es decir, están acostumbrados a ello. Sus conocimientos, habilidades y competencias hacen que su visión inicial sea desde una perspectiva técnica, objetiva, diferente quizá a la de los pacientes y familiares. Esta situación provoca que, desde el punto de vista de ellos, el personal de salud minimice los padecimientos. Ya hemos hablado en colaboraciones anteriores, por ejemplo, sobre el entendimiento de las urgencias sentidas y reales desde diferentes perspectivas.

Por lo anterior, el primer paso para establecer un buen trato es la EMPATÍA, esa capacidad de ponerse en los zapatos de los demás. Sin embargo, profundizaremos sobre esto en la siguiente colaboración.

Siguiendo la sabiduría de Ramón de Campoamor: “En salud, como en todo, nada es verdad, nada es mentira, todo depende del cristal con el que se mira”.