En las dos colaboraciones previas referentes al buen trato, hemos enfatizado la importancia de “No hacer a los demás lo que no quieras que te hagan a ti”, la empatía como una carretera de doble vía y la necesidad de proporcionar información clara, suficiente y oportuna en las atenciones durante el proceso de salud-enfermedad.

Hoy hablaremos sobre el segundo punto del Decálogo del Buen Trato: “yo saludo”. Quizás este punto sea uno de los más importantes debido a su papel como regla básica de educación. Recordemos que la palabra “saludo” proviene del latín “salutare”, del verbo “salus”, que significa “salud”. Cuando saludamos, deseamos salud.

El saludo es una costumbre profundamente arraigada en la sociedad, con raíces ancestrales que se remontan a la necesidad de establecer intenciones pacíficas al acercarnos a otros. Al saludar, transmitimos cortesía y respeto hacia aquellos con quienes interactuamos. Esta acción aparentemente simple es el primer paso para establecer una conexión humana genuina.

En el ámbito de la atención médica, el trato humano y respetuoso hacia los pacientes es un pilar fundamental. Entre las muchas prácticas que contribuyen a un ambiente de atención positiva, el simple acto de saludar desempeña un papel crucial.

El saludo, en la comunicación no verbal, no solo se trata de lo que decimos, sino también de cómo lo decimos. El lenguaje corporal y las expresiones faciales que acompañan al saludo son indicadores muy poderosos de nuestra actitud y estado de ánimo. Un saludo amigable y una sonrisa sincera, por ejemplo, pueden tranquilizar a un paciente ansioso y crear un ambiente más relajado en el consultorio médico. Recordemos que un paciente o familiar que busca atención médica, en la mayoría de los casos, está nervioso y vulnerable, y el paciente mismo no se siente bien.

Además, cuando se trata de la atención médica, el saludo adquiere una importancia adicional. Los servidores públicos en el campo de la salud, como médicos, enfermeras y personal administrativo, desempeñan un papel vital al saludar a los pacientes. Este gesto inicial no solo muestra profesionalismo, sino que también crea una sensación de confianza en quienes buscan atención médica.

Por otro lado, insistiendo en la carretera de doble vía, los pacientes que saludan con cortesía al personal médico también contribuyen al ambiente positivo en la consulta. Este simple gesto refleja respeto por el trabajo del personal de salud y puede traducirse en una atención más efectiva y comprensiva.

Por último, si es tan importante el saludo, la pregunta inmediata es: ¿por qué, entonces, a veces no saludamos? La respuesta no es sencilla. Quizás en este mundo cada vez más ocupado y lleno de distracciones, es fácil olvidar saludar cuando estamos absortos en nuestras propias tareas y pensamientos, o no tenemos la costumbre, o somos tímidos, o simplemente no tenemos conciencia de la importancia del saludo.

En conclusión, el saludo en las atenciones médicas es mucho más que un gesto vacío de formalidad. Es la primera impresión que damos y un recordatorio constante de nuestra humanidad y cortesía, y en la atención de Salud puede marcar la diferencia. Sin embargo, “en salud, como en todo, nada es verdad, nada es mentira, todo depende del cristal con el que se mira”.