En muchas ocasiones, como en la reciente pandemia del coronavirus, el personal de la salud, médicos, médicas, personal de enfermería, de trabajo social, de laboratorio, entre otros, fueron considerados como superhéroes debido a la gran labor que realizaron para enfrentarla. Eran la Liga de la Justicia y los Avengers juntos, defendiendo y atendiendo a la humanidad ante la amenaza del SARS-CoV-2.

En este sentido, es imperativo brindar el máximo reconocimiento y gratitud a todos los héroes que sobrevivieron a la pandemia y a los héroes caídos en cumplimiento de su deber moral y ético.

Cuando este personal se enfermaba en medio de la emergencia, ocurrían dos cosas. En principio, era un enfermo más que caía víctima del enemigo, pero también significaba una disminución en el ejército de la salud, un soldado menos en términos militares.

Son muchas las historias de éxito que acontecieron y otras más llenas de tristeza y dolor, pero como siempre el tiempo se encargará de llevárselas poco a poco y dejarlas en el recuerdo.

Sin embargo, en general y más allá de la situación de la pandemia, cuando los médicos, las médicas, el personal de enfermería y otras ramas de la salud se enferman, ocurren varias cosas en el entorno del proceso de salud y enfermedad, así como en la atención que lo rodea.

Desde diferentes perspectivas y ópticas, por ejemplo, no es lo mismo ser el que padece la enfermedad que quien la trata. Se dice que: “para que la cuña apriete tiene que ser del mismo palo” o “no es lo mismo ver los toros desde la barrera, que enfrentarlos”.

El conocimiento propio que poseen los profesionales de la salud, junto con sus habilidades y competencias adquiridas, les permite minimizar los síntomas y las enfermedades, o a veces magnificarlos.

Se dice que no hay paciente más difícil que aquellos que se dedican a la atención de la salud, lo mismo sucede con sus familiares directos. Cuidar a estos superhéroes por parte de otros superhéroes es todo un desafío.

Esta situación difícil se convierte en un dilema al valorar, calificar y tratar a otros médicos o personal de salud. A diferencia de los pacientes habituales, aquí el paciente, incluso sin quererlo, también evalúa, no solo la atención sino también los conocimientos.

El mismo dilema se presenta cuando un médico atiende a su propia familia, ya que la opinión sobre su diagnóstico y tratamiento siempre está presente, a pesar de los intentos por evitarlo. Se dice que siempre es mejor que un colega los atienda.

Así que, siguiendo la sabiduría de Ramón de Campoamor: “En salud, como en todo, nada es verdad, nada es mentira, todo depende del cristal con que se mira”.