La disputa por los libros de texto ha traído acusaciones del uso ideológico de la educación. Dicha acusación surge, aunque parezca paradójico, de una ideología.

Las ideologías filtran las interacciones de las personas con el entorno. No son solo sistemas organizados de ideas. Diría Teun Van Dijk, teórico neerlandés sobre el Discurso, las ideologías son la base de las representaciones socialmente compartidas.

En la base de la pirámide está el filtro ideológico, seguido de las cogniciones y emociones en torno a los objetos sociales. En la punta de la pirámide, en la superficie están los discursos y las conductas concretas.

Así, prácticamente cualquier expresión discursiva, como la educación, la ciencia, y la política misma, es una expresión ideológica.

Somos animales sociales, políticos e ideológicos.

Por lo tanto, las acusaciones de que los libros de texto de la Secretaría de Educación Pública están cargados de ideología son en sí mismas expresiones ideológicas.

Desde todos los espectros políticos se sataniza a la ideología como equivalente de engaño. Sin embargo, el asunto es más complejo. Atraviesa las fibras profundas de la personalidad, de acuerdo con el estudio sobre la personalidad autoritaria del filósofo y psicólogo social de origen alemán Theodor Ludwig Adorno.

Para que una “ideología” tenga capacidad de “engañar” a una persona es porque en lo más profundo de su personalidad hay proclividad, por ejemplo, al autoritarismo o a la tolerancia, explica Adorno.

Entre las conclusiones de Adorno se identifica que aquellos con personalidad autoritaria tienden a ser inflexibles, buscan estructura, orden y enfrentan dificultades para adaptarse a situaciones de incertidumbre. Son proclives a seguir normas y se resisten a ideas que desafíen sus creencias.

El psicólogo social apunta distintas causas probables para el desarrollo de una personalidad autoritaria, que van desde el estilo de crianza y las condiciones socioeconómicas en la primera infancia.

La crispación del ambiente político, esa sensación de que hay dos polos opuestos e irreconciliables, creo que pasa por una personalidad autoritaria en amplios sectores sociales tanto de derecha como de izquierda.

No es solo que haya un personaje que con sus discursos “crispa” el ambiente. Más bien hay una sociedad susceptible a la crispación por ser poco tolerante.

Las acusaciones mismas de que el presidente genera odio y división van cargadas de la misma sustancia. Son acusaciones que no hacen mucho para comprender y acercar al otro hacia las posiciones propias.

El otro -ya sea que quiera la distribución de los libros de texto o se oponga a ella- es ignorante e ideologizado. Vemos primero el rechazo inflexible que la curiosidad por la postura ajena.