Imagen: Pixabay.

Por Carlos A. Sánchez

En la era de la información, la tecnología se ha convertido en un catalizador de cambios significativos en nuestra sociedad. Uno de los desarrollos más destacados es la proliferación de los Sistemas de Información Geográfica (SIG). Con ellos, podemos consultar, gestionar y analizar datos de ubicaciones geográficas. Los más conocidos son Google Maps, Google Earth y OpenStreetMap. Además, existen otros de fuente gubernamental, como el que nos permite consultar el acervo de información geográfica generada en el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, el Mapa Digital de México de INEGI. Al consultarlos, podemos afirmar que son herramientas que nos permiten analizar datos de nuestro territorio, permitiendo tomar decisiones estratégicas para la inversión o planificación y desarrollo del mundo que nos rodea de una manera sin precedentes.

Sin embargo, a medida que nos adentramos en el análisis del territorio, nos encontramos con que la propiedad social (ejidos y comunidades) es un tipo de propiedad que abarca poco más de la mitad del territorio nacional. Los ejidos y las comunidades representan el 51 % del territorio nacional. Esto significa que la detección y análisis de su ubicación geográfica son relevantes para obtener datos del territorio que nos permitan tomar decisiones partiendo de un diagnóstico del régimen de la propiedad y un dictamen de riesgo o viabilidad que permitan planear y desarrollar inversiones. Aquí es donde los SIG desempeñan un papel crucial al proporcionar herramientas para mapear, monitorear y gestionar la propiedad de la tierra de manera eficiente.

Afortunadamente, el Registro Agrario Nacional cuenta con “El Sistema de Información GeoEspacial”, que es una plataforma a nivel nacional que contiene el total de la información catastral y registral de la propiedad social en México, expresada a través de sus más de treinta y un mil núcleos agrarios. La plataforma integra información adicional que expresa el estatus que guarda la superficie nacional en diferentes temas como minería, cuerpos de agua, áreas naturales protegidas, además de información sistematizada a través de un mecanismo de georreferenciación que permite visualizar la totalidad de las capas de información que integran la propiedad social, dentro de las cuales destacan tierras parceladas, de uso común y asentamientos humanos. Puede ser consultado a través de internet mediante cualquier dispositivo electrónico (computadoras, tabletas, entre otros); la información contenida es actualizada permanentemente. El sistema es compatible con cualquier otra fuente de información, lo que permite cruzar datos y obtener diagnósticos específicos sobre el 51 por ciento del territorio nacional.

Los SIG ofrecen la creación de mapas detallados que pueden utilizarse para establecer y gestionar los límites de la propiedad. Esto no solo simplifica los procesos burocráticos, sino que también contribuye a una distribución más equitativa de la tierra, fomentando así la estabilidad social. Además, los SIG son herramientas fundamentales para abordar cuestiones medioambientales y de desarrollo. Permiten el análisis de patrones espaciales que revelan tendencias en el uso del suelo, deforestación y cambios en el medio ambiente. Al comprender estos patrones, las comunidades pueden tomar decisiones informadas para conservar recursos naturales y mitigar los impactos negativos del desarrollo descontrolado.

En resumen, la relación entre la propiedad social y los Sistemas de Información Geográfica es innegable. No obstante, es esencial abordar las preocupaciones sobre la propiedad social en el contexto de los SIG. La accesibilidad y la capacidad de utilizar estas tecnologías deben distribuirse de manera justa para evitar la creación de brechas digitales. La capacitación y el acceso equitativo a la tecnología son aspectos cruciales para garantizar que todos los sectores de la sociedad se beneficien de las ventajas que ofrecen. Estas tecnologías no solo pueden ser herramientas eficaces para abordar problemas de propiedad de la tierra, sino que también tienen el potencial de impulsar un cambio positivo en la forma en que gestionamos nuestro entorno y recursos. Sin embargo, es imperativo que este avance tecnológico se implemente de manera inclusiva, garantizando que los beneficios se extiendan a toda la sociedad y no solo a unos pocos privilegiados. En última instancia, la revolución silenciosa de los SIG puede ser un motor para la equidad y la sostenibilidad en nuestro mundo en constante evolución.

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