La oferta de un México mejor en donde los pobres fueran los primeros para el gobierno y el bienestar reinaran en todo el país pasó de ser una excelente estrategia de campaña a una auténtica pesadilla que poco tiene que ver con las propuestas de un México que hoy no vemos.

Lo que se ofreció en campaña y por lo que optaron millones de mexicanos fue un mejor sistema de salud, más seguridad, mejor economía, defensa de las mujeres, una transformación que no llega y a éstas alturas del sexenio muchos tienen claridad de que no sucederá.

Por el contrario, lo que hemos visto es el desmantelamiento de instituciones de todo tipo, salud, ciencia, arte, seguridad, todo en aras de cumplir una serie de obras de relumbrón que se convirtieron en el capricho más caro del presidente.

 

MÉXICO EN CRISIS ECONÓMICA

Cuando hablamos de inflación, la mayoría de los mexicanos no tenemos claridad de qué significa eso, como tampoco de los índices económicos, el Producto Interno Bruto (PIB), poco nos interesa si el dólar sube o baja, pues se trata de temas especializados.

Lo que sí sabemos es que día con día, de la nada, sin explicación alguna cuando vamos al mercado o al súper, compramos menos y pagamos más, tampoco podemos pagar vacaciones y mucho menos acceder a un crédito hipotecario o automotriz porque el salario alcanza cada día para menos.

Hoy es el huevo, mañana el pollo, antes fue el jitomate, la carne o el aguacate, pero además el costo de los servicios también se ha elevado considerablemente y una de las alternativas que tenemos es pedir préstamos o endeudarnos con las tarjetas bancarias, de crédito o nómina. Tarjetas que pueden poner en peligro nuestra economía si no sabemos manejarlas adecuadamente.

Hace unos días el Banco de México dio a conocer que el endeudamiento de hogares se encuentra en su nivel más alto, a pesar del aumento en las tasas de interés. Este fenómeno se debe a un hecho muy claro para todas y todos, el dinero no alcanza, o lo que es lo mismo, los altos niveles de inflación afectan a los hogares mexicanos, 13.7 en el caso de los alimentos.

Cuando era niña, por años escuche a mis abuelos y mis padres hablar de las crisis económicas, de la devaluación del peso, de cómo en un gobierno le puso ceros a la moneda, y luego se los quitaron, en aquella época tenía la esperanza de que esas crisis no aparecerían más. Que la bonanza financiera llegaría, y que el dinero alcanzaría, pero no.

Al correr de los años, y muy especialmente en los últimos cinco años he sido testigo de una pérdida enorme del poder adquisitivo. Antes, con 500 pesos una jefa de familia o cualquier persona podía llenar el carrito del súper o comprar grandes cantidades de comida en el mercado o tianguis. Hoy, apenas y podemos comprar un poco de leche, jamón, pan, atún.

Si bien el discurso oficial nos repite a diario que la economía marcha bien, que todo es mejor que antes, que no hay pobreza y que las familias se encuentran bien gracias a la política económica y a los programas sociales, lo cierto es que eso es falso. Nada es cierto y repetirlo a diario nada cambiará.

Menos ahora que el fantasma de la quiebra de los bancos en Estados Unidos es cada día más grande y con ello las tasas de interés y un sinfín de factores provocan que el costo de la vida aumente poniendo en jaque a las familias que utilizan el crédito como un apoyo para mejorar su vida.

Porque repito, no es que las familias se endeuden para obtener lujos, nada de eso, estamos hablando de que la gente recurre al crédito para comprar alimento, pagar servicios médicos, medicinas.

Si algo ha caracterizado al gobierno actual es la incertidumbre, por eso no sabemos qué pasará en los próximos meses con el endeudamiento de esas familias que han podido sobrevivir con el crédito, pero para las que parece no hay una salida por parte del gobierno. Nos queda esperar que el tema o se convierta en un desastre.