La oferta de un México mejor en donde los pobres fueran los primeros para el gobierno y el bienestar reinaran en todo el país paso de ser una excelente estrategia de campaña a una auténtica pesadilla que poco tiene que ver con las propuestas de un México que hoy no vemos.

Lo que se ofreció en campaña y por lo que optaron millones de mexicanos fue un mejor sistema de salud, más seguridad, mejor economía, defensa de las mujeres, una transformación que no llega y a éstas alturas del sexenio muchos tienen claridad de que no sucederá.

Por el contrario, lo que hemos visto es el desmantelamiento de instituciones de todo tipo, salud, ciencia, arte, seguridad, todo en aras de cumplir una serie de obras de relumbrón que se convirtieron en el capricho más caro del presidente.

 

MÉXICO EN CRISIS DE SEGURIDAD

Con discurso de abrazos no balazos, el gobierno federal implementó una política en materia de seguridad que ha generado un aumento descontrolado de la seguridad en todos los sitios del país.

El Ejército saló de los cuarteles para ocuparse del cuidado de todos los ámbitos de seguridad que le son asignados, y en las calles la violencia está desatada, balaceras, ajustes de cuentas, robos en sus distintas modalidades. En medio de este contexto, la violencia contra las mujeres es un fenómeno que no deja de crecer EN TODAS SUS VERSIONES.

Dicen que el peor dolor que puede tener una mujer que es madre ocurre cuando pierde a una o uno de sus hijos; ya sea por un accidente, por muerte natural o enfermedad, pero cuando esa pérdida es consecuencia de una desaparición, un homicidio o un feminicidio el dolor es mucho más grande, el duelo es doble y desde luego se trata de una experiencia que nadie quisiera vivir.

Por desgracia, por cada mujer desaparecida, hay una madre que vive y sufre por esa circunstancia, hay quienes no pueden manejar el dolor y caen en profundas depresiones, para las que el Estado y los gobiernos no ofrecen atención, es decir as dejan solas para que resuelvan ese como muchos otros temas.

Hay otras que lograr juntar esa tristeza, enojo, dolor e indignación y se convierten en buscadoras de sus hijas e hijos, y las vemos trabajando todos los días, son ellas las que nunca se detienen y las vemos en todas partes del país. Hacer ese cambio de vida es enorme, implica dejar el hogar, el trabajo, lavar la ropa, limpiar la casa, preparar la comida, abandonar un trabajo de oficina, un negocio o un emprendimiento, incluso quitar tiempo al cuidado del resto de los hijos y, sustituir todas esas actividades por viajes en carreteras, por caminar largas ornadas bajo el sol o la lluvia, por reunirse con las autoridades, pero tambiénsolidarizarse con otras que tienen la misma pena.

Algunas se vuelven expertas en investigaciones, porque su objetivo es encontrar a sus retoños a como dé lugar, pocas son las que lo logran, y otras además de enfrentar su tristeza pierden la vida en ese compromiso de buscar, pero sobre todo de alzar la voz.

Recuerdo que durante los meses de confinamiento por la pandemia de Covid-19 tuve la oportunidad de ver el documental Las tres muertes de Maricela Escobedo me estremecí por la historia y la forma cruda de narrar todo lo que vivió aquella madre que se convirtió en incómoda para el Estado por exigir el esclarecimiento de la muerte de su hija.

Lo más dramático de ese documental es que en la actualidad las madres que buscan justicia para sus hijas golpeadas, desaparecidas o muertas se encuentran en todo el país, en algunos estados más que en otros, pero hacen el trabajo que en teoría correspondería a la autoridad.

Ellas en lugar de llorar, actúan y exponen su vida. De sus vidas, historia y dramas no enteramos en los medios, Aranza, Rosario, Teresa, María, Maricela, todas unidas por el mismo objetivo, todas con el mismo final. Ellas incómodas para el Estado, para los agresores o sus familias, e incluso para los grupos de la delincuencia organizada, todas mujeres, todas muertas porque resulta más fácil quitarles la vida y convertirlas en víctimas, que ayudarlas.

En el primer trimestre de este año se reportaron 220 feminicidios, además de las agresiones y desapariciones de mujeres, víctimas que no son buscadas con rapidez por la autoridad con el argumento de que se escaparon con el novio, se fueron con otro, o peor andan en algún reto de internet.

El tema comienza a crecer, desde hace unos meses hemos visto notas donde se da cuenta de las madres que desaparecen y lo más triste, y grave es que la indiferencia es la respuesta a este tipo de hechos. El mundo no las ayuda, no las escucha y las agrede, entonces ellas, las madres buscadoras terminan siendo victimizadas dos o tres veces, pero nadie o pocos se solidarizan con ellas.

Como sociedad tenemos mucho que aprender aún solo el trato digno y respetuoso a las mujeres, porque como leí hace unos días en algún sitio una mujer se hace feminista con su propia historia.

Este es el resultado de casi 5 años de gobierno. Uno que no escucha, ni atiende al ciudadano, sus necesidades y sus problemas cotidianos. Uno que a mostrado ser sumamente anti democrático.