La historia comienza desde que el xenófobo magnate, ahora presidente de Estados Unidos, Donald Trump, puso un pie, por primera vez, en la Casa Blanca. Todo el mundo conmocionó debido a las múltiples «promesas» de campaña de ese señor. Pero quienes entraron en crisis, de una manera impactante, fuimos los mexicanos, debido a las múltiples declaraciones del mandatario «güero» sobre sus deportaciones masivas de inmigrantes que se encuentran en EU a territorio nacional, pero ¿por qué preocuparnos tanto, si el verdadero terror lo tenemos en casa?
No le habíamos tomado la importancia a los refranes de las abuelas, hasta que comenzó esta película de suspenso del gobierno mexicano contra el estadounidense, ya que el dicho «candil en la calle, oscuridad en la casa» ha tomado un nuevo significado.
Lo anterior, debido a que, mientras nosotros nos preocupamos y nos mantenemos al tanto de lo que haga o deje de hacer Trump, nuestro propio gobierno se ha dedicado, no sólo por ahora, sino por mucho tiempo atrás, a realizar las «temibles deportaciones masivas»: En 2015, México se convirtió en una muralla migratoria y superó a Norteamérica con el número de deportaciones de centroamericanos, a quienes capturan, meten a un costal, montan en un autobús y expulsan del país..
Pero esto no es lo único, últimamente, el Comité Ciudadano en Defensa de los Naturalizados Afromexicanos (CCDNAM) hizo un llamado al presidente Enrique Peña Nieto para que modifique la política migratoria, pues, actualmente, se usa el mismo modelo que emplea el gobierno de Estados Unidos. Como lo mencionó el presidente de dicho comité, Wilner Metelus, existe información de que el gobierno de México sostiene conversaciones con su similar de Haití para comenzar, a partir de abril, con las deportaciones de los ciudadanos de aquel país que lleguen por la frontera de Tapachula, Chiapas.
Con la detención de migrantes centroamericanos en su frontera, México pareciera que hace el «trabajo sucio» de Estados Unidos, ya que las deportaciones centroamericanas siguen en aumento cada año. Con esto, el gobierno mexicano mantiene un «doble discurso» en el tema de migración, pues exige respeto a los derechos humanos de los migrantes mexicanos en su país vecino del norte, pero no cumple con sus obligaciones de protección a las personas centroamericanas que están en tránsito, atravesando territorio mexicano.
Tal vez la llegada de Donald Trump al poder vino a agudizar el clímax de la película con una crisis que, desde antes, ya era dramática para miles de personas, no sólo en Estados Unidos, sino en toda Latinoamérica. Los migrantes no sólo huyen de la pobreza y van en busca de oportunidades para tener una mejor vida, también escapan de la violencia de los grupos del crimen organizado.
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