“La música de antes era mejor” el debate eterno que pasa de generación en generación. Y que continúa generando discusiones actuales, ahora en torno al reguetón o los corridos tumbados, ritmos de moda que levantan odios y pasiones y han abierto una vez más una brecha generacional.

Obviamente, se han producido numerosos cambios sociales, culturales y en la propia industria musical durante décadas. Transformaciones que van desde los medios a través de los que escuchamos la música al surgimiento de un eclecticismo cada vez mayor en los gustos.

Un reciente artículo de la psicóloga estadounidense Vanessa LoBlue aborda precisamente la permanencia de los recuerdos y gustos musicales que se forjan durante la juventud. Factores sociológicos y biológicos o físicos se combinan para encontrar una explicación a este fenómeno.

De un lado, la perspectiva social está muy presente al analizar el peso de la música en la conformación de las identidades, individuales y colectivas. Igualmente, los estilos y canciones con los que socializamos en esas etapas formativas se asocian a momentos clave en nuestra vida. Y, por último, nuestro cerebro cuenta con una mayor capacidad en esos años para escuchar y asimilar nuevos sonidos, algo que se pierde a medida que envejecemos.

Dime qué escuchabas

La música siempre ha tenido un componente generacional y se ha vinculado a una especie de “rebeldía” con respecto a lo que escuchaban las generaciones anteriores. Este proceso no ha cambiado, desde el nacimiento del rock and roll o del punk, siguiendo por el grunge o la citada polarización que suscita ahora Peso Pluma, por poner algún ejemplo. Pero, como hemos señalado anteriormente, también estamos en un momento más ecléctico, en el que se mezcla la escucha y el disfrute de estilos musicales sin prejuicios. Esta generación ya no siente “culpa” por escuchar a tal o cual artista.

En otras épocas, un estilo musical marcaba una identidad, una diferenciación más evidente. Las tribus urbanas se vinculaban con músicas específicas. Se escuchaban unos discos concretos y se iba a los bares y discotecas en donde sonaban esas canciones. Todo era más cerrado.

Estos cambios se muestran, por ejemplo, en el éxito de emisoras que programan canciones clásicas como Radio Universal. La nostalgia es un factor que también debe tenerse en cuenta. Vuelven a sonar las canciones de nuestra infancia, adolescencia y juventud. Y artistas o grupos que se asociaban con las generaciones anteriores son puestos en valor.

No debería sorprender, por tanto, el éxito de festivales dedicados a décadas pasadas, o las giras de “reencuentros” y tampoco debe dejarse de lado cómo se ha institucionalizado y evolucionado el modelo de festivales, convertidos en buena medida en acontecimientos más sociales que musicales, pero que lucran con esa nostalgia colectiva.

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