FOTO: TWITTER

El actual secretario de Relaciones Exteriores compareció ante el Senado por última vez.

Videgaray fue parte esencial de un sexenio que busca, desde hace tiempo, cerrar su ciclo en Los Pinos.

El sexenio de Enrique Peña Nieto en el gobierno federal ha empezado a difuminarse de a  poco y, a la vista de muchos, antes de tiempo. Pareciera que el presidente cuenta los días para salir de Los Pinos y ocuparse de otros menesteres. Esta percepción que nos dejan sus discursos, muecas y acciones en general, así como el involucramiento, para muchos prematuro, del presidente electo en eventos públicos nos hacen pensar que el mexiquense espera con ansia el día en el que le entregue la banda presidencial al tabasqueño.

Como botón de muestra del inminente desvanecimiento de la actual administración, ayer se realizó la última comparecencia del secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray Caso, ante el Senado. Hablamos de un hombre fuerte durante este sexenio, que trabaja con Peña Nieto desde el año 2005 y quien dejó plasmado su nombre con mayúsculas en la lista de pendientes. La visita del entonces candidato presidencial Donald Trump a nuestro país, el TLCAN y, en general, su irregular desempeño en el manejo de la política exterior son los hechos más cuestionables. Sí, el mismo que a inicios del mes de octubre anunció su retiro de la política y apuntó que 13 años en el servicio público le eran más que suficientes (¿habrá sido un eufemismo para no decir desgastantes?).

Como era de esperarse, uno de los cuestionamientos que recibió por parte de los legisladores fue sobre la invitación que se le hizo a Trump, aun cuando el magnate, en plena campaña electoral rumbo a la Casa Blanca, escupía discursos xenófobos con especial énfasis en los mexicanos y prometía construir un muro en la frontera. Videgaray asumió su yerro pero no desaprovechó la oportunidad para asegurar que, a largo plazo, el encuentro fue benéfico para México.

El canciller externó que si bien esa visita de Trump le costó la renuncia como secretario de Hacienda y Crédito Público (lo que calificó como «consecuencias dolorosas y graves»), esto ayudó a que se propiciaran las condiciones óptimas para dialogar, de tú a tú, con Estados Unidos. Videgaray pasó de mártir a visionario en un instante, porque «sacrificó» su puesto por el bien de la nación, porque él ya lo sabía que Trump sería el ganador por encima de Hillary Clinton.

Otro de los temas que tuvieron que ser abordados durante su comparecencia fue el TLCAN y las renegociaciones entre los tres países. Empresa espinosa por la iracunda forma en la que se conduce Trump y sus continuas amenazas de abandonar un convenio trilateral que lucía obsoleto y los aranceles que le impuso al acero y aluminio proveniente de México y Canadá. Videgaray, ya como titular de la SHCP, se unió a Ildefonso Guajardo, secretario de Economía, para tatar de encauzar de la mejor forma los mesas de diálogo con el propósito de seguir siendo socio comercial de los vecinos norteños.

Este proceso inició el 16 de agosto de 2017 en Washington y, en palabras de Guajardo, el TLCAN es «un éxito para todas las partes y tenemos que trabajar aún más para hacer este acuerdo más exitoso». El discurso conformista hacía acto de presencia antes de sentarse con sus contrapartes estadounidense y canadiense, ese mismo discurso que ha caracterizado a nuestros funcionarios y que Trump aprovechó para amenazar con salirse del acuerdo comercial si no se cumplían sus peticiones, «acorralando» a nuestra delegación.

Tal es la potestad que se atribuyó el gobierno estadounidense que impuso una cláusula sunset, que le permitía terminar anticipadamente el TLCAN, sin que Videgaray y compañía pudieran negociar su eliminación. Tuvieron que pasar poco más de 12 meses para que se integrara a la delegación mexicana un representante del equipo de Andrés Manuel López Obrador y pusiera cierto orden en este sentido. Hablamos de Jesús Seade, quien hizo gala de su capacidad negociadora y le subió el tono al discurso mexicano para dejar la obediencia de lado y hacerse sentir como lo que es México: uno de los principales mercados para Estados Unidos. Condición que nuestros gobiernos no saben, o no quieren, aprovechar al momento de sentarse y dialogar sobre acuerdos de todo tipo.

Con todo esto Videgaray se atrevió a presumir en el Senado el logro que representa el ahora llamado USMCA, el cual significa una inyección importante de tranquilidad a la economía de nuestro país, gracias al actual gobierno. Ya emocionado por haber cumplido parte de su cometido, indicó que «México no negocia a través de las redes sociales, ni con aspavientos», en clara alusión a la forma predilecta de Trump para comunicarse; incluso aseveró que existen algunas diferencias «irreconciliables» con el republicano, pero que la forma soberana en la que se condujeron los políticos mexicanos sacaron adelante las renegociaciones.

Esta es solo una prueba de lo soso e incoloro que fue el sexenio de Peña Nieto, en el cual Videgaray aportó y mucho. Una administración tan pálida que cuesta trabajo creer que se pueda recordar, seis años que se desvanecen entre el reclamo y exigencia de mejores tiempos. Veremos si el próximo gobierno brilla o, por el contrario, se contagia de la opacidad que la inercia le pondrá enfrente.

 

HOY NOVEDADES/EN BOGA