A muy temprana hora, previo a su primera conferencia de prensa oficial ante los medios, el presidente electo de los Estados Unidos de América, Donald Trump, cuestionó si se encontraba inmerso en la dictadura de Hitler, lo cual ―irónicamente― es lo mismo que se preguntan cientos de personas, de los dos lados del muro que pretende construir con recursos mexicanos, respecto a su comportamiento y sus propuestas como próximo mandatario.
Desde 1994, el Presidente Bill Clinton ordenó colocar una plancha de tres metros, a lo largo de 22 kilómetros que rodean de la frontera, cercana a la puerta entre San Diego y Tijuana, con el fin de evitar que entrasen más indocumentados al país angloparlante.
Sólo pasaron cinco años entre la caída de un muro que dividía a dos alemanias y se levantaba otro, para evitar el paso de mexicanos que buscaban una nueva oportunidad y dejaban a sus familias para conseguir «el sueño americano». Iniciaba la «Operación Guardián».
Inclusive, Carlos Salinas de Gortari hizo alusión a la construcción de aquel muro y, mediante la Secretaría de Relaciones Exteriores, emitió una nota diplomática en contra del levantamiento de la cerca, de nada sirvió.
Años más tarde, en 2006, bajo el mandato de George W. Bush, la división crecía; ahora el muro se encontraba en varias ciudades fronterizas, situación que no le pareció a ninguna fuerza política, ni al presidente en turno, Vicente Fox, quien llevaba una buena relación con el mandatario norteamericano.
Tras el discurso emitido por Trump, el día de ayer, por la mañana, pareciera ser que el muro es un hecho y que, además, de alguna manera u otra, logrará que México o los mexicanos lo paguen, ya sea con impuestos o limitándose a amenazar a empresas para que dejen de invertir en el país.
En este lado del muro, sólo se han limitado a insistir en lo mismo que se dice desde septiembre, antes, durante y después de su corta visita: «Nosotros no vamos a pagar el muro», fue lo que dijo el presidente, Enrique Peña Nieto, durante la clausura de la Reunión de Cónsules y Embajadores de México, aunque esto no evitó que el dólar aumentara su precio debido a la especulación de los mercados.
Si bien, las relaciones entre ambos países no siempre han sido buenas, ahora con la llegada de Trump al poder, no habrá esa unión que, desde 1988, tenía su puesto como la relación más importante, sobre la que se tiene con los demás países latinoamericanos. Por lo que México tendrá que reconocer en otros países a nuevos aliados económicos o aceptar las condiciones del magnate estadounidense.
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